FERNANDO CIFUENTES SORO | UN SAMURAI DE LA PINTURA


Intenso, decidido, audaz, creador incansable de mundos inventados, Fernando Cifuentes Soro, no  arribó al arte por el sendero habitual .  La suya es una travesía legítima en que  la búsqueda constante lo condujo finalmente  hasta su propio descubrimiento.En los años de estudiante  en el Liceo Alemán, solo se sentía motivado con el dibujo y las actividades extraprogramáticas. Al egresar cursó dos años de Licenciatura en Matemáticas en un esfuerzo por  desarrollar el pensamiento abstracto y comprender un cierto orden implícito que intuía en las cosas. En eso estaba cuando una  brújula subconsciente lo guió para desembocar con sus ímpetus aún insatisfechos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso y comenzó a cambiar  su vida.    

“Pienso que fui misteriosamente colocado allí.La escuela estaba en Recreo en un espacio imponente mirando al Pacífico. Me di cuenta que comenzaba una relación con el arte y con el estudio que me apasionaba.Yo soy de aquí, pensé desde el principio y me sentí parte de una comunidad del saber que me invitaba a participar.Salía a la ciudad, miraba y el dibujo se me fue transformando en algo muy sólido, que mostraba con mucha fuerza los espacios”, recuerda.

-En medio de esa singular formación humanista con énfasis en la filosofía, la poesía, la historia¿en qué momento empezó a sentir esta atracción ineludible por la pintura y la escultura?

-Con el estímulo de los profesores, que eran verdaderos maestros, me fui fortaleciendo en aquellos aspectos que no habían aparecido antes, pero que estaban.Así comencé a descubrir el personaje que tenía adentro.Se pensaba la ciudad, no desde el punto de vista de la edificación, sino desde la arquitectura del arte.Ahora me doy cuenta que todo se fue dando para que yo fuera pintor, para pensar  y estructurar las cosas de la manera en que lo hago.

En  un afán de experimentación libre de esquemas   siguió los  dictados de sus voces interiores.Ni escuela, ni academia, ni taller .

-¿Siente alguna carencia o se alegra de haber tomado esta opción solitaria ajena a las influencias?

-Mi posición es muy clara.Creo que el arte no se enseña.En mi escuela a uno le sacaban el arquitecto que tenía adentro, no le imponían una manera de ser arquitecto.No tuve un maestro en la pintura que me dijera como hacerlo.Fui descubriéndolo y esto me conectaba con una forma de hacer muy libre. Me enseñaron a   manejar el color, a distinguir los materiales , a colocarme de tal modo frente a las cosas como para que  fuera capaz de resolver formalmente los problemas. Era un pensar sobre el pensar y no simplemente experimentar.

- En su obra se advierte una gran pasión por la materia.

- Sí, con la materia y con mi forma de relacionarme con ella.Aprendí  observando el trabajo de los albañiles cuando cargaban los muros con el mortero y  empezaban a aparecer las huellas de la materia.Para mí ese es siempre un proceso  fascinante .Luego pasaban el platacho sobre la mezcla para emparejarla y el muro quedaba liso. En este aspecto la arquitectura está llena de aristas y  por eso mi pintura es como un desarreglo poético.

-Artistas de todas las épocas y tendencias coinciden en la importancia del dibujo como base de la pintura.¿Ser  arquitecto lo ayudó en este sentido?

-El dibujo, cuando es bueno imprime a la obra cierto carácter que nace de una mano firme que sabe lo que busca en el trazo.En mi caso no está evidentemente explícito, pero tiene que ver con muchas horas de caminar por la ciudad.Cuando uno  VE con el lápiz  no lo hace solo frontalmente sino desde arriba, desde abajo, por atrás, por el lado, en una simultaneidad.Creo que esto se da en mi obra.Con la pintura, sin embargo, no es la línea sino una superficie la que uno acomete.

- Ha dejado en claro que no quiere ser clasificado dentro de una determinada corriente.Tal vez lo interpreta la palabra innovador.¿En términos generales como  se autodefine?¿Cómo quiere que lo vea y lo sienta el espectador?

-Me identifico con la no identificación, porque las clasificaciones me parecen una forma de poner límites.Estoy en un hacer que de pronto cambia.Creo que soy  innovador, pero también algo más.Las palabras cuando califican tienden a quitar libertad  y si bien uno se maneja con la intelectualidad y las emociones en el fondo dentro del ámbito de la creación artística sigue existiendo un gran misterio.Me interesa que el espectador vea que en mi obra hay una disputa creativa.Para mí es fundamental que se me observe en un territorio de exploración.
-¿ Esa actitud lúdica que subyace en su trabajo es una invitación al espectador para que entre en un juego creativo con usted?

-¡Absolutamente! Me paro de tal manera frente a la vida que tengo la necesidad de jugar un poco.El niño interior que va conmigo es el que me conecta con la libertad porque  no tiene prejuicios.

Cifuentes Soro irrumpe en el universo plástico como la antítesis de todo aquel que crea  que no hay nada nuevo bajo el sol  y se arriesga proponiendo la invención de una nueva pintura.Esa parece ser la motivación principal de su trabajo.

-¿Hay que re-inventar la pintura como una manera de re-encantar la mirada del cansado espectador de nuestro tiempo?

- En primer lugar parto de una convicción en cuanto a las infinitas posibilidades que ofrece el arte.Si uno mira la historia entiende que hay muchos caminos que han sido recorridos por otros, pero al pensar de esta manera la verdad es que no queda casi en ningún campo, excepto en la ciencia, algo nuevo por hacer.Por ejemplo cuando se habla de expresionismo se piensa en un modo de colocar la mancha, pero la mancha tiene huella, trazo, pigmento, materialidad, espezor, atmósfera, complejidad.No es que uno haga una mancha en el mundo de los que mancharon si no que es cómo la hace y lo interesante es que aquí  se entra al ámbito de las sutilezas.Re-inventar  en mi caso va unido a re-encantar.

El sumerge las manos en la pintura y también se sumerge  sin vacilaciones en el delicado terreno de los conceptos .Desde ahí hace un llamado al análisis y convoca a la aventura de buscar  lo chileno en el arte.

-Lo que pasa es que nos colocamos frente a la pintura como lo hacen otros, afirma.Ya es hora que los los chilenos empecemos a hacer lo nuestro, entonces se trata de un re-hacer considerando unas coordenadas que nos son propias. Hay movimientos y personas que se adueñan  de ciertos elementos como la mancha.Está bien, pero la mancha tiene infinitas posibilidades.El territorio que yo ocupo no tiene nada que ver con el de Julian Schnabel que puede estar haciendo una obra en España, en Estados Unidos ,   en el corazón del Colorado.Existe lo individual, el modo en que una persona se asienta en un territorio y este constituye una identidad, que es lo que a mí me dio la Escuela de Arquitectura de la Universidad  Católica de Valparaíso.

Explica que él está en : “Un cruce entre la academia, - que para mí fue la UCV-, con el paisaje.Siento que Chile es paisaje.No tiene una identidad arquitectónica, pictórica, patrimonial, por eso a un extranjero le mostramos Las Torres del  Paine, el borde costero o San Pedro de Atacama, porque esos lugares sí  distinguen  al país en cuanto a su naturaleza.Sostengo que hay en el paisaje una energía, una vibración , un elemento vital que el artista debe investigar.

-Aborda la pintura, la escultura, la instalación.¿Cuáles son los fundamentos en los que se sostiene su discurso estético?

- Hay dos cosas.Algo relacionado con la teoría y algo relacionado con la práctica que tiene que ver con la materialidad y con la forma.Las coordenadas que conectan mis obras son la línea, el color, la superficie, la textura, el espacio, entendiéndolo como el arriba, el abajo, el atrás.Cuando hago una instalación no pretendo que se  mire desde la sociología.Lo que me interesa es el color, la levedad, la espacialidad, que se relacione con el aire.Hay una matemática teórica en que se sustentan todas las obras.Existe el cálculo, pero no me es cómodo el discurso.Prefiero el manejo de las formas.

- Es el oponente per se  de los agoreros que, de tiempo en tiempo, anuncian la muerte de la pintura.¿Esta exuberante vitalidad que lo impulsa es condición natural de su temperamento o responde a una convicción intelectual?

- Creo que es la gente la que muere o muere la mirada de la gente.Cuando se piensa de esa manera hay una conección tácita con la muerte, con el no desarrollo, con la no evolución, con la negación de las posibilidades.Yo soy un ser que experimenta la alegría de vivir y esa alegría proviene de la convicción de que uno puede cambiar, que re-nace.El  Re es un tono musical que me gusta mucho.

- Pintura abstracta, decididamente matérica, con gran potencia gestual, paleta intensa, empleo de la mancha y el chorreo, formatos grandes.¿Siente alguna cercanía con la Transvanguardia Italiana?

- Nunca me he sentido seguidor de ninguna corriente.Reconozco en mi obra algunos elementos similares a los de la Transvanguardia Italiana, pero eso también me ocurre con Julian Schnabel, De Kooning, Hockney.Más que con una corriente me identifico con algunos personajes que están en un modo de hacer similar al mío.


Una batalla épica

Después de ejercer con éxito la arquitectura durante 20 años decidió poner punto final a este capítulo de su vida profesional y empresarial  para dedicar todo su tiempo  a la tarea creadora, recordando lo que dice el Evangelio:”No se puede servir a dos señores”.

-¿Cuestión de tiempo, de fidelidad  absoluta a una vocación, de intensidad en el sentir y en el hacer?

-En un momento me dije : dejo de ser arquitecto, pero la verdad es que no dejo de serlo en la manera de pensar, estructurar y hacer, lo que ahora ocurre es que el empleo de la materia ya no tiene como objetivo construir casas...Me gusta el camino que he hecho.Era profesor universitario, tenía una oficina de arquitectura, una empresa constructora y pintaba.Me iba bien, pero no me bastó con eso.Un día me surgió una pregunta: ¿qué tengo que hacer para ser una samurai del tema? Pongo la imagen del samurai por lo categórica y descubrí que quería apostarlo todo a la pintura.En el fondo de esto hay una verdadera batalla épica.

En 1997, luego de siete años de trabajo continuo y silencioso, solamente  conocido por las personas que integran  su entorno más cercano cuando sumó un centenar de obras, luego de superar los estragos de un incendio que transformó en cenizas el resultado de la mayor parte de su esfuerzo, por fin  dio el gran paso de someterse al juicio público en su primera exposición realizada en el Instituto Cultural de Las Condes.

“Sentí  una sensación de desnudez, porque exhibía algo que hasta entonces era solo mío, el  reflejo de exploraciones muy íntimas”, cuenta.

A esa muestra siguieron varias individuales y participación en colectivas en Chile y en el extranjero obteniendo una acogida muy positiva en los medios de comunicación.
-¿Cómo ha sido su inserción en el medio artístico?

- Sobre este tema hay luces y sombras.Tengo muy buenas relaciones con los arquitectos que son mis pares, en tanto  siento cierta distancia con los pintores.No me conocen.A veces han visto mi obra pero no hay encuentro, intercambio y eso de alguna manera para mí es una sombra.Me he relacionado con el mundo de los pintores, pero todavía no tanto como quiero.
Instalado en el corazón de El Arrayán además de pintar  echa las bases de un macroproyecto al que ha llamado Espacio K,   el que se orienta a la creación de un nuevo circuito artístico con características especiales inspirado en algunos principios griegos.

“K es una investigación relacionada con lo telúrico, el tono (vibración) del paisaje en un cruce con mi legado académico, explica. K es un proyecto de taller ciudadano, desde las miradas de diferentes artistas que convergen y a través del diálogo, la discusión de temas, conforman una gran mirada.Una especie de ojo múltiple en busca de la “verdad”.K es mi sueño actual  en un lugar físico enclavado en los cerros de El Arrayán, en la periferia, al borde de la ciudad, con 7 talleres y 500 metros cuadrados destinados a sala de exposición donde las obras y los artistas se reunan construyéndose, proyectándose, en la dignidad que otorga el vacío del espacio y la magia de la naturaleza.”

A Fernando Cifuentes Soro le queda estrecha la palabra  atípico.Impredecible le calza mejor.En un mundo con demasiadas reglas  concilia sin problemas los beneficios de universos y culturas diferentes.A los 12 años se inventó lo que llama “un sistema meditativo en que la naturaleza reemplazó al maestro”. Y practica hasta hoy.    Cuando necesita conectarse con “la furia poética”   toca los tambores y así llama a la inspiración.Se desplaza a máxima velocidad por la existencia como si cada día fuera el último.

-¿Fuentes de nutrición?

- La música, el silencio, el sexo, la contemplación de la naturaleza, el buen cine que muestra una realidad reinventada, el fashion:la moda que es vanguardia, las imágenes del MTV, el jazz moderno, los viajes, la magia de los ritos, los libros de arte moderno, la danza moderna, Africa con sus máscaras y costumbres, los colores de Oriente...
Observador insaciable nada le deja indiferente.Encuentra en su familia, -divorciado, cuatro hijos, - “una fuente de descubrimientos, de ir evolucionando, como si todo en mi vida fuese obra que se hace en el hacer”.

-¿De qué huye?

-Del miedo, del abuso, la intolerancia, la prepotencia, la falta de honestidad, la mirada fría, la depresión, el no riesgo, la fomedad, el materialismo, el matonaje intelectual.

-¿En el plano personal quién es, cuáles son sus raíces profundas.?

-Soy el número cinco de ocho hermanos en una familia tradicional chilena, con muchos tíos  curas, siete para ser exacto, por el lado Cifuentes y una gran alegría y seres musicales como mi  tío abuelo Enrique Soro, por la parte materna.Desde mi bisabuelo Abdón Cifuentes existe un decidido interés por el desarrollo del pensamiento y la educación, que continúa con mi abuelo Manuel Cifuentes, quien fue el primer arquitecto de la  Ponficia Universidad Católica de Chile y posteriormente su primer decano.Mi padre Juan, idealista, político, se recibió tardíamente de ingeniero agrónomo dedicándose a la administración del campo de su madre, Celia Grez.Mi madre Cristina, es la que nos imprime una vocación de clan. Admiradora del arte especialmente de la expresión musical siempre aparece en mi memoria relacionada con el hogar, la tierra, el canto y el encanto.     
  
En esta exposición que tituló “Sueños y Anillos”  se puede apreciar la experiencia adquirida en 12 a 13 años de labor ininterrumpida, el desenfado en el tratamiento de los materiales que se puede asociar con la libertad que ejerce un niño, el gozoso empleo del color  y una suerte de llamado  imperioso a los ojos para abrirse de par en par hasta liberar las emociones más recónditas.

-¿En síntesis qué es lo que verdaderamente muestra?

- Mi camino ha sido como una espiral y las espirales son círculos que van subiendo pero como no se cierran siempre hay crecimiento, avance.No provengo de una academia tradicional sino que he tenido muchas experiencias en torno al arte que creo que me permiten hoy presentarme con cierta autoridad.He recorrido un sendero complejo y laberíntico incluyendo la poesía, la filosofía, el color, los espacios.Todo esto para licuarlo finalmente hasta obtener  un gran caldo. Después de este largo caminar me he dado cuenta que soy pintor.


Sonia Quintana Rojas



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